Vida en pareja: ¿Ya sabes lo que esperas de tu relación?

No puedo esperar a que mi pareja adivine lo que quiero y necesito, eso sería lo que más me gustaría, pero no puedo esperar que la otra persona deje su vida por preocuparse de la mía, si lo permito estoy siendo egoísta y al mismo tiempo estoy privándole de su propia libertad a cambio de tener la mía.



Me gustaría que se adelantase a mis deseos antes de formulárselos, eso sería ideal, para mí, no para ella, debería ser adivina y renunciar a su vida personal para colocarme en el centro de su existencia, yo sería feliz, o no, ella no lo sería, por tanto, no seriamos felices ninguno de los dos.

Soy responsable de mis frustraciones, mi pareja no tiene por qué serlo también, ella debe tener las suyas propias, forma parte de nuestra existencia, privarle de ese derecho sería injusto, debo introducir algunos cambios en mi vida.

Estoy cansado de competir por quién es más o menos, desde la infancia me inculcaron esa mentalidad, no es importante ser mejor o peor que le otro y sentirse mejor por ello, lo importante es ser uno mismo y dar lo mejor de sí mismo para mantener viva la relación en pareja.

La lealtad es un valor, es una necesidad, ser infiel al proyecto en común en las relaciones sentimentales y/o sexuales con otra persona significa perjudicar a nuestra vida en pareja, hemos de mantenernos leales, hemos adquirido un compromiso y debemos trabajar día a día para reavivar ese proyecto en común.

Acumular desaires, desacuerdos, enfados, reproches, faltas de respeto y desilusiones, sin sacarlos a la luz y sin comentarlos de forma relajada, dudamos de la otra persona y poco a poco van apareciendo las fisuras por falta de confianza que suponen el inicio del resquebrajamiento de la pareja.

Es difícil y muy duro, amar a alguien de quien se duda.

Permitir o propiciar los silencios ante situaciones que pueden provocar un desencuentro o bronca. Positivicemos: una circunstancia crítica puede ayudar a aclararnos, a adoptar compromisos y acuerdos. El silencio es el vacío y en éste (aunque en principio pueda resultar apacible y llevadero) no hay nada.

Renunciar a formular nuestras quejas, necesidades y querencias de una forma clara, concisa y directa.

Hemos de mostrar una clara intención de negociar cambios concretos y de acordar en firme con plazos determinados, todas las cosas que planteamos. La ironía, el sarcasmo, la crítica destructiva, el grito, el insulto, la ridiculización, la descalificación o el desdén al dirigirnos a la otra persona.

Las formas cuentan, y mucho. La familiaridad no debe convertirse en ordinariez, falta de respeto o grosería. Hemos de procurar que las discusiones tengan un cierto protocolo, unos límites que no conviene sobrepasar. Todo puede decirse con un mínimo de corrección y respeto al otro.

Lo cortés no quita lo valiente. Culpabilizar al otro de todo cuanto no ha salido como esperábamos. Relegar las relaciones sexuales a un plano secundario. Son imprescindibles para el mantenimiento del compartir, de la confidencialidad y la ilusión en la relación de pareja.

La carencia de estas relaciones corporales abonan el desánimo y la apatía en la comunicación de la pareja. La rutina y la inercia que la acompaña nos puede llevar a un callejón sin salida.

Gestionar mal las cosas prácticas. Una vida en común tiene muchos aspectos tangibles, prácticos y cotidianos sobre los que hay que llegar a acuerdos. Hemos de hacer frente a tareas domésticas, gastos y otros cometidos familiares.

Habrá que hablarlo y ver cómo vamos a organizar los gastos, la distribución de las tareas domésticas, la crianza de los hijos o, incluso, las vacaciones. Lo mejor es una negociación continua que se adapta a cada etapa de la relación.

Creer que sólo existo en cuanto que miembro de la pareja. La relación es cosa de dos, pero de dos que suman. Por tanto, empieza por uno mismo y es por ello que me cuido física y anímicamente, me mimo y hago de mi vida una vida rica en situaciones, experiencias nuevas y sensaciones; en esa medida, aporto riqueza a esa relación.

Cada uno tiene su propia vida y la pareja es la expresión de dos vidas que se unen para sumar, para aportar la una a la otra.

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